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Año: ___ Grupo: _____
Fecha:
_____________________ Actividad 06 Clase: _____ Calificación: ________________
Repercusiones del desarrollo social en la vida personal.
Lee el siguiente artículo y escribe una conclusión.
La conciencia recta La conciencia moral a la cual nos
referimos aquí es la capacidad de percibir el bien y el mal y de inclinar nuestra
voluntad a hacer el bien y a evitar el mal. La conciencia moral se expresa a
través del juicio "bonum facendum, malum vitandum" (haz el bien,
evita el mal). El hombre no sólo tiene el derecho, sino el deber de seguir el
dictamen de su conciencia. Una persona es madura cuando se comporta según el
juicio de la recta conciencia. La conciencia se dice recta si el juicio que
formula es conforme con la ley o moral objetiva. Es decir, cuando la conciencia
sabe distinguir el bien del mal. La ley con la que la recta conciencia tiene
que conformarse es la ley objetiva natural y la ley sobrenatural. La ley
natural es aquella que todo hombre encuentra escrita en su corazón. Por
ejemplo, el precepto que dice: "Hay que decir siempre la verdad". Por
otra parte, existe una ley revelada y sobrenatural como: "Bienaventurados
los pobres y humildes de corazón, porque de ellos es el reino de los
cielos" (Mt. 5, 1-8). Si tomamos el ejemplo de un católico que se pregunta
si está bien trabajar los domingos como en cualquier otro día, estamos ante una
aplicación concreta de la ley cristiana. En cambio, si tomamos el ejemplo de un
estudiante que se pregunta si está bien copiar el trabajo del otro en un
examen, estamos ante una aplicación real de la ley natural. El hombre restaurado
por Cristo tiene una oportunidad grande para integrar y armonizar la ley
natural y la ley revelada en su vida. Entonces, cuando decimos recta conciencia
nos referimos a la conciencia que emite juicios que están de acuerdo con la
ley. Por eso, en la formación de la conciencia lo que se busca es la
conformidad con la ley, de forma que lo que la conciencia personal juzgue como
bueno o malo, sea lo mismo que dice la ley, como dos relojes sincronizados.
Cuando existe desacuerdo entre los juicios de la conciencia y la verdad
objetiva se origina una deformación de la conciencia. El cristianismo, vivido
como una relación amorosa con la persona de Jesucristo, lleva a la
interiorización de la ley. Esto ocurre de tal manera que ya no se trata de una
norma extrínseca sino de algo connatural, como instintivo. Entonces la persona
puede llegar a decir "mi alimento es hacer la voluntad del que me
envió" (Jn. 4, 34). Se trata de la armonía perfecta entre ley y
conciencia. Ya no se trata de dos relojes sincronizados sino de uno solo. Dios
mismo habita en la persona y actúa como causa y fin de sus acciones. Aquí la
conciencia ya no es una voz que coarta a la persona, sino una fuente de fuego y
dinamismo que lleva a vivir unido a Dios y cumplir sus mandamientos con
perfección.
Pero una vez adquirida la recta conciencia es necesario
afinarla, como las cuerdas de un violín, para que no se afloje. Se le ha de
sacar brillo, siempre con el ejercicio continuo, para que el tiempo no la cubra
de polvo.
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